Un ciudadano vendía bocadillos. No veía la televisión, ni oía la radio, ni leía la prensa, pero vendía unos bocadillos que tenían gran aceptación en el vecindario. El éxito de su producto le llevó a alquilar un terreno sobre el que construyó un pequeño local con un gran letrero en el que se decía “Compre y disfrute del mejor bocadillo”. Anunciaba con gran entusiasmo e ilusión su producto.
La popularidad le animó a ampliar el negocio. El incremento de la demanda le impedía atender él solo a todo el mundo por lo que le pidió a su hijo que abandonara la universidad donde estudiaba fuera de la ciudad y regresara para ocuparse del negocio familiar.
A la vuelta el hijo le dijo:
– Padre ¿no escuchas la radio ni lees los periódicos?. El país está sumido en una profunda crisis
El padre pensó entonces:
– Mi hijo estudia en la universidad, saca buenas notas debe saber de lo que habla. Además lee la prensa, escucha la radio y ve la televisión. No puede equivocarse.
El padre empezó a comprar menos pan y menos carne, quitó el enorme letrero que daba la bienvenida a los clientes con el lema “Compre y disfrute del mejor bocadillo”, canceló el alquiler del terreno y dejó de anunciarse. Las ventas comenzaron entonces a caer y un día le dijo a su hijo:
– Tenías razón hijo mío, las cosas están realmente mal. Estamos inmersos en una auténtica crisis.
Inspiradas por este relato publicado por ODILAS, algunas personas pueden concluir que la crisis, como las situaciones que describe la viñeta de Mauro Entrialgo, es subjetiva, una cuestión de palabras y emociones, y que la vida no es como es sino como la percibimos o la construimos. Otras muchas extraerán de esta historia una enseñanza relacionada con la ignorancia: mejor no saber que saber para ser más feliz. Sin embargo, disponer de información adecuada es sin duda la mejor estrategia para planificar la vida. ¿No será que lo que se tiene que ignorar son los consejos sin fundamentar, también llamados malos consejos?
En psicología conductual, grosso modo, se diferencian dos formas de aprender inicialmente. La primera se produce por las consecuencias que recibimos al hacer o experimentar por nosotros mismos, sin mediación de otras personas. Por ejemplo, cuando preparamos un examen de forma insuficiente y suspendemos. Esa experiencia directa nos hace interiorizar la lección: si no estudio adecuadamente es muy probable que fracase.
La otra forma en que aprendemos (o no) es muy frecuente e implica a otros hablantes que nos plantean rodeos o atajos experienciales para ahorrarnos el sufrir fracasos en carnes propias. Estos gurús de lo cotidiano nos guían usando reglas o recomendaciones del estilo “si haces ésto como te digo, obtendrás o evitarás esto otro. Lo sé de buena tinta.” Pero claro, en demasiadas ocasiones esos consejeros de lo ajeno no sólo no han extraído sus informaciones de experiencias propias, sino que ni siquiera las han contrastado mínimamente, a pesar de la seguridad e incluso arrogancia con que las transmiten. Así que esos consejos poco válidos y menos útiles se hacen fuertes avanzando en cadena y en red convirtiéndose en fundamentos y justificación de decisiones más que cuestionables.
En resumen, que cuando alguien nos aconseje, por ejemplo, sobre cómo superar entrevistas de trabajo, invertir sin riesgo en sellos o en fondos de inversión en USA, o en qué maravillosas ocupaciones inscribirse en la oficina de empleo para que te llamen mañana, cuídate mucho de las verdades del barquero por su aparente obviedad y sentido común, y de las recomendaciones retóricas o basadas en tecnicismos difíciles de desentrañar. Simplemente haz una sola pregunta: ¿en qué información y experiencias basas tu consejo para que sea realmente útil seguirlo? Esta pequeña técnica de evaluación permitiría prevenir muchas crisis personales y profesionales producto de la consejitis y de la desorientación. Por algo se empieza.
Buena pregunta preventiva. Siempre solemos dejar la evalución para el final y a veces incluso olvidarla…y creo que debemos tenerla más presente, ante las personas que no se cansan de recomendar(nos)y ante nososotros mismos para ver cada poco tiempo si estamos haciendo lo que en ese momento es lo que deberíamos estar haciendo (como proponías en ese fantastico podcast).
Gracias, ABP. Tu opinión como orientadora con muchos casos a tu espaldas es siempre muy relevante. Como es notorio, no soy nada amante de la retórico pero hacernos alguna pregunta de vez en cuando puede ayudar ;-)
A mi, lo que más me inspira la historia es que hay que tener coraje, para ir en contra del pensamiento generalizado y seguir tu propio instinto. Creo que es más infalible lo segundo, pero más díficil de escuchar.
Los “sabios” pueden ayudarnos….pero hay tan pocos ;-)
El instinto, el coraje y la sabiduría…tan valorados pero tan subjetivos…
Es dificilísimo aconsejar,tanto, que para un/a orientador/a a quien se pregunta unas cinco veces al día, sobre el mercado de trabajo, las profesiones con mayor tasa de contratación o mayor salida laboral y a quien se le paga como supuesto experto/a en estas lides, que es casi imposible que el/a profesional se resista a lo largo de su discurso a esbozar una opinión. No estoy por el corporativismo ni tampoco por lanzar piedras contra el propio tejado. ¿Donde estará el punto medio?
Felices fiestas a todos y todas.
Hola Ireina, siempre es agradable tu presencia :-)
El problema nunca radica en dar consejos, sino en no contextualizarlos y en no ajustar su valor. Los orientadores, coachs y demás fauna y flora que nos movemos en este mundo del asesoramiento humano, tenemos también que hacernos esa pregunta: ¿en qué información y experiencias basamos nuestros consejos para que sea realmente útil darlos?
Dar consejos, claro que sí, es inevitable y es lo que nos piden, pero es fundamental informar en qué los basamos y evaluar si sirvieron después.
Si nos obligáramos a seguir estas pautas, seguro que seríamos mucho más prudentes a la hora de recomendar. De esta forma, los profesionales encontrarían su “punto medio” y los usuarios/as aprenderían a distinguir los buenos consejos fundamentados de las meras ocurrencias bienintencionadas, no crees?
Espero que también pases unos días agradables, sin demasiados esfuerzos familiares ;-)