En un capitulo de Boston Legal, dentro de una escena típicamente americana de alcohólicos anónimos o similar en la que los participantes se presentaban al estilo “soy John y soy drogata” y contaban sus esfuerzos de superación, vi que la cosa finalizaba con el grupo entonando una cantinela de reafirmación que cito de oído:
“Señor, ayúdanos a aceptar las cosas que no podemos cambiar, a cambiar aquellas que podemos cambiar, y a darnos sabiduría para diferenciar entre unas y otras”.
¿Cómo decidir a qué objetivos y problemas merece la pena dedicar más esfuerzo, y cuáles hay que dar por perdidos (o aplazados) y asumir que la vida no es perfecta?
Priorizar es sin duda una de las técnicas de planificación y simplificación más eficaces en el ámbito empresarial, y en los contextos personales, pero también es una fuente de ansiedad, indecisión y contradicciones. Muchas personas dicen que su familia o sus relaciones afectivas son sagradas, pero dedican casi todo el día al trabajo; algunos profesionales argumentan continuamente que el cliente es lo primero, pero no suelen prestarle el esfuerzo y la atención de quien ocupa ese lugar; los orientadores sabemos que la gestión de contactos es la mejor técnica de búsqueda de empleo, pero empleamos gran parte de las sesiones en otras técnicas mucho menos efectivas aunque, eso sí, mucho más fáciles de trabajar.
En fin, sea lo que sea aquello que intentamos cambiar o mejorar, es importante aceptar que algunos problemas y situaciones requieren una solución que tal vez no esté en nuestra mano a corto plazo y que implica un proceso gradual de cambio. No se trata de resignarse sine die y con mal rollo a que, por ejemplo, tu pareja le dedique mucho más tiempo a la empresa que a ti, sino de seguir disfrutando de lo mejor que ya tiene esa relación, de centrarte en solucionar aquellos aspectos que realmente pueden mejorar, y de tolerar con buen grado lo chungo con lo que tienes que convivir, hasta que aparezcan los momentos adecuados para afrontarlo.
Aceptar que la vida es como es en cada momento no la hace mejor, pero te permite vivir mejor la vida que tienes. Como hablamos mucho sobre la aceptación como la mejor actitud para enfrentar los problemas, en lugar de una nueva arenga sobre el tema, os dejo con el cuento de la casa pequeña que, aunque viene con moraleja de serie, seguro que a ti se te ocurren otras. Y más en estos tiempos de precariedad laboral y pisos de 30 metros. Aunque no todo el mundo ve la cosa igual.
HISTORIA DE LA CASA PEQUEÑA
Un hombre, acuciado por la difícil situación en la que vive, acude a un rabino para pedirle consejo.
– Rabino, dice el hombre, mi casa es muy pequeña. Con mi mujer, mis hijos y mis suegros viviendo en una sola habitación, estamos siempre estorbándonos unos a otros. Nos pasamos el día gritándonos. No sé qué hacer.
El rabino le preguntó si tenía una vaca. Cuando el hombre le respondió que sí, le aconsejó que la metiera también dentro de la casa. Perplejo, el hombre hizo lo que le decía; pero, una semana después, volvió quejándose de que las cosas se habían puesto mucho más desagradables que antes.
– Mete también en casa a tus dos cabras, le aconsejó el rabino. Una vez más el hombre siguió el consejo del rabino, pero volvió de nuevo explicando que la situación era aún peor. Y de nuevo el rabino le preguntó qué otros animales tenía. Cuando el hombre le respondió que sólo tenía un perro y algunas gallinas, el rabino le dijo que los metiera también en casa y volviera a la semana siguiente.
Aturdido, el hombre regresó a su casa y siguió el consejo del erudito. Cuando volvió de nuevo, estaba fuera de sí.
-¡Esto es insoportable! He de hacer algo o me volveré loco. ¡Por favor, ayúdeme!
– Escucha con atención: coge la vaca y llévala al establo, saca las cabras al corral, deja al perro fuera de casa, y devuelve las gallinas al gallinero. Y dentro de unos días ven de nuevo a verme. Cuando volvió, el hombre estaba eufórico.
– ¡Ah, rabino!, dijo, con solo mi mujer, mis hijos y mis suegros en casa hay mucho más espacio ahora. ¡Menuda mejora!
Estoy leyendo ahora el libro de Rojas Marcos sobre el optimismo. He decidido darme un par de azucarillos para empezar la temporada. Y sí, no hay cómo buscar la comparación adecuada para darte cuenta de la suerte que tienes.
Siempre me gusta recordar que por pura casualidad hemos nacido en el primer mundo. La estadística no estaba de nuestro lado, pero hemos tenido esa inmensa suerte.
Julen, me gusta tu comentario. Y añado: pensemos siempre en global. Internet nos está ayudando mucho a relativizar inmediatamente cualquier situación. Aprovechémoslo
Julen y Emil,
a mi esto del optimismo y la “verbalización positiva” me parece más una venta de lo emocional que una estrategia real y práctica para vivir. Tener el deseo de sentirse bien, y de que lo malo afecte menos (vaso medio lleno), es eso, un mero deseo, que solo cristaliza con una buena planificación vital. Tu le llamas managemente, Julen. Seguiremos el debate? :-)
No creo que la aceptación sea la mejor forma de afrontar los problemas.
Parece estar en la línea de algunas religiones orientales o corrientes estoicas que intentan resolver los problemas mediante la resignación y el sometimiento.
Está bien saber reconocer lo que de bueno hay en nosotros o en nuestra casa, pero si queremos cambiar de hábitos, trabajo o vivienda porque nos resultan ineficaces o incómodos, habrá que decidirse a identificar los defectos y posibilidades de mejora.
La aceptación es necesaria para no vivir en una angustia continua, pero en lugar de utilizarla para perpetuar una situación de desasosiego, habría que utilizarla como impulso para la acción, si lo que se quiere es cambiar las circunstancias presentes.
Me gusta más una frase de tus últimos artículos,‘Habrá que dejar de esperar buenos tiempos para hacerlos posibles ™
La resistencia al cambio puede ser una rémora para nuestras posibilidades de evolución personal. Nadie está condenado a ser de por vida la misma persona, a amar lo mismo o a vivir siempre en la misma calle.
Siempre desde la reflexión y serenidad, creo que no hay que desaprovechar la oportunidad única de decidir y ˜poder dirigirte a donde quieras ™
Saludos cordiales.
Hola Alicia, gracias por tu interesante reflexión. Voy a ver si explico mi postura,que suele ser minoritaria, y que he reflejado en otros articulos (ver etiquetas aceptacion- racionalizacion, y optimismo- pesimismo)
Para mí resignación es conformarte con aquello que SI puedes cambiar. Aceptación es intentar vivir con normalidad con aquello que has DECIDIDO que NO puedes cambiar, al menos de momento, para dedicarte a otras prioridades.
Por otro lado, el estoicismo propone el autocontrol, el desapego y la liberación de las pasiones para que el espíritu alcance la sabiduría. Es lo contrario del sometimiento.
Por tanto la aceptación es una actitud estrategica y una elección racional, que tampoco se relaciona necesariamente con emociones pesimistoides o negativas. Uno persona poco atractiva puede pensar que será difícil que tenga alguna vez una pareja muy guapa, y sin embargo intentarlo y llevar una vida feliz, no? Aceptar no es rendirse, es vivir sin expectativas artificiales que te impiden disfrutar de lo que REALMENTE tienes.
Por ejemplo, una persona que quiere montar una empresa tendrá más posibilidades y sufrirá menos ansiedad si ACEPTA que el fracaso es una posibilidad probable, y que deberá dedicar mucho esfuerzo y tiempo, por lo que debe ponerse un plazo muy amplio. Actuará con ilusión y con ganas, con alegría, pero sin frustraciones o decepciones importantes.
Una madre o un padre, con dos niños, en situación económica precaria, y que se ha divorciado de forma un tanto traumática, estará más tranquilo/a si ACEPTA que su vida va a tardar en mejorar, independientemente de que se ponga manos a la obra.
Una persona descualificada que busca empleo tras años inactiva, debe ACEPTAR que tendrá que planificar adecuadamente e invertir bastante tiempo para conseguir un empleo que le interese. Debe pensar que será normal que haya muchos fracasos antes del primer éxito importante, lo que no impide que se dedique a la búsqueda con tesón.
Muchos orientadores deben ACEPTAR que sus clientes son quejosos, y que a veces lloran y muestran emociones negativas, y que eso forma parte de su trabajo. Estarán así mejor preparados para intervenir.
Luchar para cambiar y mejorar, claro que sí, pero dentro de un marco de aceptación de que algunas cosas que no nos gustan van a permanecer durante algún tiempo o siempre. Veo mucha frustración y ansiedad porque la sociedad de la felicidad de mercadillo, el optimismo emocional y el consumo nos promete cosas que no alcanzaremos…
Seguimos hablando ¡ :-)
Totalmente de acuerdo Alfonso, la aceptación ´es indispensable incluso para poder cambiar. Primero acepto que las cosas no son como yo quiero, que he perdido algo que quería, que hay cosas que no dependen de mi… y partiendo de ese punto me pregunto qué es lo que sí depende de mi y está en mis manos cambiar. Darle tiempo al duelo, a aceptar las pérdidas, no está nada de moda pero realmente es necesario para madurar y crecer.