¿Tienen utilidad las quejas o simplemente son inevitables? ¿Te quejas para desahogarte o es tu estilo de vida?
Si a uno le tratan mal en un comercio se lo cuenta a 7 amigos, incluso a varios enemigos. Si le tratan bien, tal vez no se lo cuente a nadie. He seleccionado algunas Cartas al Director de El País de ciudadanos enojados, encontradas en estos años diseccionando la prensa. Son cuatro ejemplos como cuatro soles o como cuatro chubascos, tratándose de cabreos varios. Las “cartas al director” siempre me han parecido muy elocuentes y de gran calidad periodística, incluso literaria.
Las páginas de opinión de la prensa escrita se convierten todos los días en un barómetro sencillo y directo sobre lo que piensan los ciudadanos de los temas más revelantes de la actualidad. Y los ciudadanos, lo que hacemos con frecuencia es quejarnos.
La motivación para quejarse por escrito, ejercicio que conlleva su esfuerzo, generalmente proviene de la insatisfacción o de la injusticia percibida, sea razonable o no. Si uno tiene una desazón es más probable que esté “motivado” para hacer algo, y ese algo suele venir con su queja de serie.
A veces el paquete también contiene una propuesta pero la queja va segura. Los lamentos tienen buena prensa, y mucha prensa. Nos animan a quejarnos, es un derecho, el que no llora no mama. Las quejas, sus respuestas y sus debates tienen mucha más literatura, contenido y emociones que el resto de los temas juntos.
Existen múltiples versiones, todas conocidas, de hablar mal de lo que mal nos va: si somos jóvenes querríamos ser mayores; si mayores, jóvenes; si desempleados, trabajadores; si trabajadores precarios, mejor nos quedamos en casa; si estamos en pareja, qué bien se está solateras; si solteritos echamos de menos al partenaire para ir al cine; siempre hay alguien con más salario y que se lo merece menos; al vecino le salió buena la tele de plasma, y a nosotros se nos jodió a los dos días; estudié lo que quise, pero no tengo empleo; no tengo empleo, pero estudié lo que quise… La lista es interminable. ¡Y quedan tan bien por escrito!
Cuatro quejas sobre la vida personal y profesional: ¿te sientes identificado con alguna?
Carta- Queja nº 1. La edad y el empleo
Gonzalo Franco Revilla. Valladolid. 17/02/2007. Tengo 45 años y me encuentro, a mi pesar y por finalización de contrato, en el paro. Asisto perplejo a los indicadores estadísticos de empleo. Después de una vida laboral de trabajador y la obtención de una licenciatura mientras trabajaba (eso sí, en una carrera de humanidades, Historia), me encuentro mandando currículos y omitiendo la licenciatura para trabajos cuya mención es veneno. He trabajado como trabajador del campo, agente de viajes, agente inmobiliario, jardinero y monitor de un taller de empleo. He realizado trabajos de investigación histórica (en el pasado congreso de la Guerra Civil presenté una ponencia), he escrito para revistas y publicaciones. Pero tengo 45 años y ningún “padrino” cercano. La respuesta es el silencio o el imperativo de la edad como rémora. No busco más que una ocupación sin pretensiones pero soy “viejo” para este mercado laboral donde parece que, según las últimas estadísticas, vamos al pleno empleo. Me siento útil y en lo posible preparado. Pero aquí estoy angustiado y no sabiendo cómo la anomalía de la edad puede hacer que no encaje en las estadísticas optimistas.
Carta- Queja nº 2. Los jóvenes y las loterías
Manel Alcalà. Barcelona. 22/02/2007. Tengo 27 años, soy doctor en Química y mileurista (¡no sé qué va delante!). Vivo en una habitación alquilada de 3 – 1,7 metros por 300 euros al mes. Estoy a la espera de que se resuelvan cuatro becas posdoctorales (50 para Cataluña y otras 315 para toda España) y pendiente de revisar las listas del sorteo de Protección Oficial (1.500 pisos para 44.000 solicitudes). La verdad, no espero mucho de ellas. Me doy cuenta de que después de ocho años de educación básica, cuatro de secundaria, cuatro de universitaria y cinco de doctorado, me considero un experto en Química Analítica y también en juegos de azar (¡tampoco sé qué va delante!).¿Realmente era necesario tanto para no lograr mucho? ¿Qué les espera a nuestros hermanos pequeños? Me hubiera gustado una asignatura en la escuela titulada “Loterías y Sorteos”, quizás no fueran necesarios tantos años de estudio…
Carta- Queja nº 3. Y a mucha honra
Blanca Hernández Martín. Barcelona 29/10/02. Estudio letras. Estudio letras y a mucha honra. Y, aunque a muchos les parezca increíble, estoy estudiando letras porque es lo que me gusta y no porque no se me dieran bien las ciencias. No tuve problemas con la nota de corte, incluso me sobró nota, así que ahora hago Filología Hispánica porque quiero. Y aunque es lo que yo quiero, parece que estoy cometiendo un grave error, y me preguntan: ¿por qué estudias eso?, ¿por qué?, pero si eso no sirve para nada, si con eso no se come… ¿Alguien se ha parado a pensar que algunos alumnos buscan algo más que pragmatismo y dinero? A menudo se olvida que hay mucha gente sin trabajo de carreras con ‘muchas salidas’. La literatura, la filosofía, no sirven para nada porque sólo sirven para pensar, y hoy no conviene que los estudiantes piensen mucho, no vaya a ser que se den cuenta de que el orden establecido no les convence. Los estudiantes de letras no somos unos estúpidos vagos, y tal vez no aprendamos cosas sobre objetos ni sobre cómo va el dinero, pero estudiamos algo más, la esencia de las personas: qué sienten, cómo piensan, por qué actúan, qué dicen y cómo, qué desean…, en fin, qué somos.
Carta- Queja nº 4. Bien, ¿no?
Jesús Orbea. 18/12/2000. Mi psiquiatra me dijo “te acompaño en el sentimiento” después de evaluar las respuesta de mi test sobre la depresión. Mi médico de cabecera es un fiel seguidor de los consejos del doctor Mengele y cree que mi calidad de vida mejorará mucho si degusto exclusivamente jamón de york, yogures, alpiste y mijo. Me detectaron una enfermedad, inoperable, según unos, y operable, según otros, que lo único que me pone de punto son los nervios. Mi profesión como publicitario me obliga cada día a hacer chapuzas, peor pagadas y de las que difícilmente puede sentirme orgulloso. Mi amor platónico con nombre de reina me ignora tanto que a veces dudo de si soy transparente o sólamente translúcido. Mi ex mujer se ha enamorado de un senegalés, y las comparaciones son odiosas. Mi medio novia me dejó plantado unos días antes de las vacaciones de verano por un tipo que le dijo nones. Nos arreglamos y ahora tengo complejo de rueda de repuesto. Los amigos me pregunta “¿qué tal?, bien, ¿no?”, y yo les digo que sí.
Las quejas y las reflexiones-disfrazadas-de-quejas de estos lectores, parecen más que razonables y comprensibles porque la mayoría de nosotros hemos vivido o viviremos situaciones similares. Nuestros lamentos tienen un motivo para existir, pero que nuestra queja esté o no justificada parece lo de menos. Fíjate que aunque fuese inevitable quejarse, ¿para qué nos sirve el asunto? ¿Tal vez como un primer paso para resolver los problemas objeto de queja? ¿Quizás como fuente inagotable de temas de conversación con audiencia fiel? ¿Quejarse es una forma garantizada de obtener atención social, es una forma de implicar a los demás y de recabar su ayuda?
Encontrar las razones de nuestro comportamiento no es tarea tan fácil como solemos pensar, pero tampoco es tarea tan útil. Seguramente con dejar de centrarnos en lo que nos molesta para dirigirnos hacia lo que nos interesa tengamos más papeletas para coger más cacho de esa felicidad de la que tanto se habla. Quejas frente a objetivos.
Las quejas no suelen significar mucho, salvo que la vida no es perfecta. Aceptar que la vida es como es y que tenemos que seguir con el plan y la dirección marcados, aparece como la mejor estrategia. El pesimismo bien entendido, no como emoción sino como previsión, puede ser una gran herramienta de planificación y mejora personal. Sin embargo racionalizar y debatir con nuestras cuitas y con las de otros, gestionar lamentaciones, sigue siendo demasiado frecuente.
Cuando una jirafa se acerca a un árbol muerto y descubre que no hay ni una sola hoja, no se pone a gritar Dios mío, qué tragedia, esto es un desastre. En lugar de ello sigue yendo de árbol en árbol hasta que encuentra algo de comer.
Sin duda somos jirafas con toda la razón del mundo para quejarnos. Pero eso a los árboles les trae al pairo. Como para la afiladora de lápices, lo importante es hacer. Todo lo demás es hablar, que también gusta.
En todo caso, no importa que nos quejemos si a la vez nos dedicamos a los que tenemos hacer, lo que tenemos previsto. Otra cosa son las quejas sociales que tienen como objetivo mejorar las cosas, no solo las propias, y más que quejas prefiero llamarlas reivindicaciones.
Cuando nos quejamos mucho de nuestra vida laboral tal vez necesitamos hojear la guía para la reinvención profesional ;)
Claro, esa filosofía de la jirafa está muy bien y te ayuda a œir tirando , pero llega un momento en el que son tantos los árboles muertos que la jirafa se ve obligada a elegir entre abandonar el país o aguantar (con las consecuentes cargas emocionales). Tomar esta decisión no es nada fácil. Es una pena ver tanta gente preparada bajo las riendas de œdirectivos expertos en malas praxis. Un duro salto generacional es lo que hay.
A veces hacer una queja es positivo ya que uno comienza este proceso por la redacción de la misma, lo que le lleva a pensar y a averiguar que es lo que realmente quieres escribir. Tras la escritura y la aceptación del contenido, tendremos una reafirmación de nuestras ideas y quizá escribir esto nos haya ayudado a identificar que es lo que queremos mejorar.
Yo me quedo con que no es bueno œestar todo el día quejándose . Pienso que incluso es un mecanismo para seguir en la cómoda posición de no hacer nada.
.-= Último post de QQ… blog ..Informe proyecto œgrito entomólogo a la red =-.
QQ, abandonar el país sería el siguiente árbol… :-)
¿y cuando los países están en las mismas (lo que sería, en la analogía, una deforestación global)?
Tal vez también es necesario lo que denominas reinvindicaciones.
Pareciera que se nos obliga a emprender, lamentablemente la tendencia es un pago ínfimo por cualquier servicio profesional o no…. y eso también entra en movilizarse socialmente para lograr las reinvindicaciones.
Individualmente, sí, moverse y moverse, buscar el siguiente árbol, pero no olvidar que si los árboles escacean mi especie morirá… si fuera natural, ni modo, es una extinción más en la historia. Pero si es provocada por codicia de unos cuantos, esa “extinción de jirafas” más bien sería un genocidio silencioso.
De eso también hay que hablar en yoriento.
Se puede y se debe planificar la propia vida profesional mientras se es activista luchando por los derechos propios y ajenos.
En un país como el nuestro donde muchos políticos están para servirse en vez de para servir, la queja social como bien dices es fundamental, existen multitud de casos donde, gracias a la presión popular, se han retirados propuestas de ley o se han guardados en cajones para tiempos venideros. Sin embargo, como dices después de la protesta hay que hacer y en el tema laboral todavía hay mucho camino que recorrer ya que como la garifa cuando tiene pánico, mete su cabeza en un agujero y no defienden sus derechos o solicitan un cambio. No he visto ni una sola critica a la reducción de un 21% de las políticas de empleo del próximo presupuesto general del estado o una reacción al informe del FMI que denuncia que España está a la cabeza en obstáculos a los emprendedores, de los que he tenido alguna experiencia al respecto de dichos obstáculo, por lo demás muy buen articulo.