¿Ayuda la autoayuda?
En la Edad Media se encomendó a un religioso que averiguara qué pensaban los obreros sobre su trabajo. Se dirigió a un edificio en construcción en Francia y le preguntó a un trabajador qué estaba haciendo. ¿Acaso está usted ciego?, le respondió. Estoy cortando estas piedras de formas imposibles con estas malas herramientas y las estoy poniendo unas junto a otras como dice el maestro capataz. Estoy deslomándome y sudando bajo este sol de justicia. Un segundo trabajador le dijo: Estoy dando a estas piedras una forma útil para unirlas según los planos. Es un trabajo duro y repetitivo pero gano 1 franco al mes y con eso mantengo a mi familia. Podría ser peor. Algo más animado, el religioso se dirigió a un tercer trabajador: ¿No lo ve?, le dijo extendiendo sus brazos hacia el cielo. ¡Estoy construyendo una catedral!
Las personas pueden “percibir” o describir su vida de forma muy diferente, aunque lo que hagan cotidianamente sea muy parecido. La cuestión es si la percepción positiva o negativa que cada uno tenemos de los diferentes aspectos y momentos de la vida es causa o consecuencia de cómo vivimos. Mucha gente está convencida de que las creencias, lo que uno dice, piensa y siente de sí mismo y de lo que hace o puede hacer, influye muchísimo sobre lo que uno realmente hace y lo que puede hacer, que determina su estilo de vivir y de afrontar los problemas. Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de ti.
El pensamiento positivo es guay, es fácil de vender y sencillo de aplicar: si quiere conseguir lo que se propone, propóngaselo mucho y piense con fuerza que va a lograrlo. Si su jefe le putea, piense usted que hay trabajos peores y sonría; si no le dan la hipoteca que necesita, piense que algún día ganara lo suficiente; si hace tiempo que busca novia, no desespere y levántese pensando que hoy la encontrará, ánimo machote, tú puedes. Los triunfadores, los famosillos y los expertos de salón, nos recomiendan tener una actitud positiva, si ellos han llegado donde están es porque creyeron en sí mismos y no se desanimaron. La cosa suena de película, ¿no?
Por eso los libros de autoayuda se venden tanto, ¿quién puede resistir los cantos de sirena del optimismo convertido en receta infalible? Incluso puede bastar con leer los títulos de algunas publicaciones para ponernos como una voluntariosa moto: Piense y hágase rico, Poder sin límites, Tus zonas erróneas, Quién se ha llevado mi queso y la secuela, Ya sé quién tiene tu queso., La lámpara mágica... Y eso que los materiales de autoayuda no me parecen malos en sí mismos. Muy al contrario, algunos incluyen técnicas psicológicas eficaces que facilitan el cambio personal, la planificación y consecución de objetivos, ayudan a manejar la ansiedad y el mal rollo que nos genera el devenir, y aportan ideas, consejos, casos y metáforas que nos ayudan a tomar nuevas perspectivas y a encontrar alternativas.
Recomendar actividades sencillas para organizarse mejor o para aprender a superar dificultades no está mal. El problema es que aplicar esas recomendaciones es un trabajazo, exige tiempo, y aceptar que habrá recaídas y malos rollos. No cambiamos de la noche a la mañana, loterías y grandes acontecimientos existenciales aparte.
Pensar bien, sentir una autoestima alta y mostrar una actitud positiva no son la causa de nuestros éxitos, la relación es más bien la inversa: cuanto mejor nos va, más seguros y optimistas tendemos a sentirnos. El dinero llama al dinero, y los logros… a todo lo demás. Los empresarios que han montado sus negocios recomiendan, por ejemplo a los parados, que confíen en sí mismos como la clave del éxito. Pero, vaya, olvidan mencionar en detalle (porque eso es más coñazo de contar y de escuchar) los años, esfuerzos, riesgos y fracasos que sufrieron antes de conseguirlo, y los malos pensamientos que algunas veces les acompañaron.
El pensamiento positivo y alcanzar lo que uno se propone no tienen por qué estar relacionados. Se puede ser un cenizo de persona y tener éxitos en la vida, como se puede ser un optimista en bote y un “fracasado”. Incluso pensar de forma pesimista puede ser tan buen método como cualquier otro. Puedes sentir emociones negativas o creer que las cosas saldrán mal, pero si defines lo que tienes que hacer, y haces lo que tienes que hacer, seguro que avanzarás y empezarás a sentirte mejor.
Las autoayudas no dejan de ser métodos y recomendaciones, lo malo es cómo se venden y las sobreexpectativas que generan. Para curarse en salud, algún libro hasta incluye una cláusula de exención de responsabilidad:
“El lector obedece a las recomendaciones de este libro bajo su propio riesgo. El autor y el editor no establecen garantía de ningún tipo acerca de la utilidad de estas recomendaciones.”
Al menos avisa. En fin, que la autoayuda no ayuda. O al menos, si lo hace, funciona como cualquier otro método: requiere esfuerzo, focalización e inteligencia en su aplicación. Casi ná.
Muy de acuerdo lo comentado en el artículo. Los libros de autoayuda no son la panacea pueden servir en un momento dado como un enfoque, pero la verdadera autoayuda empieza por uno mismo y por la gente que te aprecia de alrededor.